miércoles, 10 de octubre de 2007

Veranito de San Juan

El respeto a los derechos humanos de algunos puede ser una violación de éstos para otros.

Que el titular del tribunal de garantía deje en libertad a un ciudadano imputado sorprendido in-fraganti cometiendo un delito contra otro ciudadano no es, hoy por hoy, una sorpresa desagradable, por el contrario, nos estamos acostumbrando a eso.
Y es que en el afán de mantener el respeto irrestricto a los derechos humanos y constitucionales de cualquier chileno o extranjero que viva en nuestro territorio, mas fuertemente por estos días, se ha transfrmado en un arma de doble filo.
La retórica, la teoría y las políticas adoptadas por nuestro gobierno para hacer frente a la delincuencia habla de ello.
"Nadie está por sobre la ley..." repiten una y mil veces el ministro Velazco y el secretario Lagos Weber. Hasta la misma presidenta lo ha dicho en varias oportunidades. Pero lo cierto es que del dicho al hecho hay mucho trecho.
El gobierno en esta frenética e insesante búsqueda de mantener su imagen de un poder ejecutivo, inteligente, moderno, pluralista, honrado, justo e idealista y de respetar todos los derechos habidos y por haber de los ciudadanos se ha visto acorralado en la disyuntiva de mantener estas políticas o atender las solicitudes de justicia del pueblo.
Y es que hoy un delincuente puede llegar a tener 360 detenciones y seguir en la calle haciendo lo suyo y vuelve a caer en las manos de la justicia el ministerio público debe obligadamente asignarle un abogado defensor y la víctima, que desde el inicio de todo el proceso se subentiende de que a él se le viiolaron sus derechos, debe conseguir uno de manera particular.
Ver cómo la víctima de un delito está presente al momento del juicio a su victimario y que en su rostro demuestra una total convicción de que jamás se hará justicia y que todo esto está montado para salvar la imagen del gobierno, por lo menos hacia el extranjero ya que de acuerdo a las últimas encuestas publicadas reflejan solo un 35% de apoyo al gobierno aquí en Chile; nos obliga a preguntarnos hasta qué punto una política de respeto por los derechos de un imputado puede aplicarse sin violar los derechos de la víctima y de la sociedad en general.
Antes cuando la situación era caotica en un grupo de alumnos en una sala la manera mas viable de poner orden era levantando la voz, golpear la mesa para captar la atención y luego dar un par de órdenes, que daba lo mismo si eran claras o no, total bajo esas cirscunstancias nadie las iba a cuestionar.
Si alguien pedía hablar, no ha lugar y esperaba su momento.Creo que con los niveles de delincuencia actuales lo que se necesita es una mano firme y poco tolerante con los que infrinjan la ley; hasta el momento en que se logre la atención de quien imparte orden y justicia y se le respete por ello. Recién ahí el gobierno podría preocuparse de mantener su imagen en el exterior, imagen que por lo demás partió muy bien al procipio con halagos y felicitaciones de parte de gobiernos y prensa extranjera, pero que hoy ha empezado a cambiar. Al parecer el veranito de San Juán terminó para nuestra presidenta